[Especial Samhain/Halloween/Samaín]
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El doctor Torres Huertas había sido un hombre ocupado, antes claro; antes había tenido a su cargo muchas más responsabilidades, cuando tenía bajo su mirada y criterio a enfermeras y otros médicos; cuando la vida de muchas pasaba por sus manos. Ahora estaba en un despacho, no podía quejarse porque él lo había querido, pero él había sido más importante en más vidas antes, pese a que cobraba más en su clínica (era suya después de todo). Las canas y las arrugas eran el traje que la edad daban al cansancio. "Pero no tan cansado como para quedarme" pensó mientras caminaba entre los nichos. Hacía una hora que había anochecido, y refrescaba, pero era su costumbre quedar en horas incómodas para otros. Antes había sido un hombre mucho más ocupado, desde luego.
Pero ahí estaba para ver a quien le recordaba como aún menos mayor, y cuando no tenía tiempo de verdad, cuando él era quien estaba debajo de otros. Trabajaba mucho, no precisamente con satisfacción, y encima tenía que hacer cosas sucias; ahora eran sucias. Y eran donde menos guantes debía usar. El negro espectro (que le llevó una vez más a recordar aquellos días) estaba de pie enfrente de él y exactamente donde se habían "conjurado", apenas metro y poco se alzaba así que en lugar de la parca parecía una pequeña reliquia de iglesia, con su pelo cubierto y su ropa negra. La mujer le miró con cierto alivio y le sonrió para decir:
-Bueno Doctor Fernando ¿un poco justo de tiempo no?-dijo sor Herminia- Yo le recordaba mucho más puntual.
-Es justo la hora hermana, además que justo la oficina de confianza me queda lejos de donde trabajo, y ambas algo lejos de aquí - dijo moviendo la mano en que no llevaba el maletín señalando este rincón del cementerio a la sombra de su primer hospital- Lo que me extraña es que quedemos aquí.
-Me pareció correcto, porque no es correcto recibir extraños en el convento, y no tengo por costumbre ir al médico sin necesidad, ¿no cree que es mejor así? -dijo cambiando de una expresión cándida a una más agresiva para volver a la primera en menos de una frase.
-No sé -dijo el médico inclinando los hombros dentro de su americana- me recuerda a lo que se dice de los culpables y "el lugar del crimen".
-¡Pero es qué no hemos cometido jamás ningún crimen! - dijo con ferocidad la anciana- pero hoy en día algunos quieren perseguir a los buenos cristianos por velar por las almas y vidas de los niños.
-¿Y por eso necesita este maletín lleno de dinero? -dijo con cierto toque de cinismo el doctor mientras le acercaba el maletín- está todo por si lo pregunta -dijo cuando el maletín fue cogido por la monja y ésta lo entreabrió.
-Más vale -dijo aunque suavizando continuó- pero eres un buen cristiano y estás ayudando a la obra del señor, porque el dinero no es para mí, es para la obra que mi orden está haciendo en Perú; yo voy para allá y vendrá bien para adecentar una de las congregaciones con colegio cristiano.
-O sea que ¿con este donativo se gana "el cielo en la tierra" no? -dijo suspicaz- Me recuerda a un primo mío, que se compró una casa fuera de España con todo lo que había ganado. Le tengo que mandar a mi tía sus crismas porque ni yo sé donde está ahora.
-No tengo que aguantar esto más -dijo ella con aún peor mirada y más cruel que antes- si está tan de acuerdo, haber traicionado a Cristo por esas tonterías y mentiras que estás insinuando. Ya hemos terminado, así que espero que sigas con Dios, buenas noches y rezaré por usted.
-Adiós sí- ambos se separaron, girándose el uno del otro y tomando caminos distintos.
No se dieron cuenta de que había quienes les escucharon, no se fijaron en que esos mismos testigos eran víctimas. Fue apenas un minuto después, cuando las pocas luces del día y del cementerio se volvieron más tenues. Ya veía la salida "el buen doctor" cuando 4 figuras se le interpusieron, cuando se acercó y las vio dio un respingo, apretando el paso trató de continuar pero le iban a cerrar el paso. Cuando las vio ya cerca no se lo creyó, cuando olió su olor a muerto casi vomitó, y cuando vio sus largos brazos extenderse hacia él, se sintió caer, pero cuando escuchó sus cavernosas voces, corrió.
Y corrió entre lápidas, nichos y cruces. Escuchando otros sonidos y muchos gritos, que provenían de otro lugar, pero reconoció la voz. Corrió y giró intentando alejarse de las figuras vestidas con harapos, las fallecidas a causa de él (y cada una por una razón distinta: su inexperiencia, su borreguismo y su frialdad). Y cuando se quedó sin aliento y se intentó esconder, vio algo peor que sus perseguidoras. Sor Herminia estaba cubierta por pequeños huesos, muchos de ellos. La arañaban con sus lados finos como plato y afilados como cuchillos de hueso. Sus manos, aferraron su cráneo y la golpearon contra el duro suelo. Era horrible de ver pero cuando él intentó levantarse ya sólo impulsado por el terror, sus perseguidoras le capturaron, con ayuda de otro par de huesudas manos. Cuando intentó zafarse vio como había surgido de un nicho, quebrando la tapa sin que él, por el terror de todo a su alrededor, se diese cuenta.
Lo último que vio fueron a esos monstruos rodeando le... lo último que oyó fueron sus propias plegarias...
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La casa estaba abarrotada, el patio revuelto. Ramón estaba junto a la puerta, con el agente del banco acompañado de policías detrás en la entrada. Unos enfermeros estaban justo detrás pero no pasaban de los otros uniformados. En el salón, todos rodeando a la abuela recostada en el sofá con mirada vacía y muy débil quejido.
-Dejen entrar, y así los enfermeros les atenderán -dijo el hombre con camisa blanca y corbata negra, además del resto de traje de trabajo- ya no tiene sentido aguantar.
-¡Desgraciao! ¡Qué pasen los enfermeros! ¡Cómo pueden hacernos esto!-dijo Ramón- ¡Dejen entrar a los enfermeros! -acompañaron su mujer y su hijo.
No oyeron un murmullo, pero sí tres golpes. Cuando entraron, en tropel, y la anciana frágil, se derrumbó. Lo que dejó a todos olvidando la entrada. Así al principio una docena fuera de la casa, y 4 con su mascota dentro, pasaron a ser 3 y el perro, y los grupos de fuera entrando de forma diferente. Los enfermeros trataron de atenderla, pero ya era tarde. Se fue con unos desconocidos entrando y sacando a su familia de su casa. Ni siquiera era esta casa la causa de al deuda, era el resultado de la deuda de sus nietos; y una vez arrebatada el banco fue contra los avales. Y no les bastó y ahora iban tras la casa de su abuela, donde ahora vivían todos. Hoy les sacaban de allí. Y alguien ha salido con los pies por delante.
Pasada la conmoción, el del banco insistió y ya estaba reclamando a los agentes que le escoltaban -venga, ya tiene que venir el juez, tienen que sacar a estos ¿no? -Bueno, paso a paso, pero vamos sí que deberíais salir... por las buenas - aseveró el agente de la policía - Y vosotros si habéis terminado salid ya mismo -dijo él mismo a los enfermeros.
-Pero- intentó replicar uno de ellos -Que ya fuera ¡coño! - Y ustedes con ellos. -¡Qué no nos vamos si no es a rastras coño!. -¿Es qué no tienen corazón ustedes? -Hijos de puta... -encararon la familia.
-Venga para fuera -dijo el policía -Ya no es su casa -dijo el hombre del banco. Y los policías tomaron a la familia. Cuando se acercó el hombre del banco para dejar pasar a los agentes y los antiguos propietarios, chilló y luego fue lanzado contra la puerta. Los policías que estaban abajo con los apresados vieron el cuerpo como un trapo del hombre trajeado contra el patio. Dejando a dos de ellos retener y él cabo, subieron los demás. Vieron a la difunta, levantada y tiesa como una estatua, andando hacia ellos.
Todo el mundo oyó primero los gritos, luego los quejidos, y después los disparos. Bajó el cuerpo, animado con una profunda ira. Cuando los otros agentes la encararon descargaron sus armas. El cabo le alcanzó en la cabeza, pero no la detuvieron. Ella siguió avanzando, y cuando intentaron agarrarla, ella les agarró con una fuerza inusitada, una mano fría como la muerte que se reflejaba en su mirada vítrea, con su expresión indignada les golpeó y pisó, y siguió avanzando.
Delante de la vista de su familia y vecinos, conmocionados y tristes. Ella siguió arrastrando los pies y caminando lentamente hasta un callejón ante los llantos y los gritos.
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[Y os dejo con el I y el II. Feliz víspera de todos los santos, Samhain, Halloween y Samaín de parte de vuestros amigo y ciber vecino.]
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