Es bueno recordar que todo pasa, pasaron los celtas, pasó la beata tiranía católica y pasará el Halloween yanqui, porque ese es el significado último de la fiesta; el paso de lo viejo a lo nuevo, la transformación decadente de lo nuevo y brillante en viejo y sucio, gastado. De ahí que traemos de espantar a los fantasmas del pasado con sacrificio, fiestas , ruido y disfraces, aceptar a los muertos de nuestra memoria pasada con respeto pero distancia. La noche puede compartir la algarabía de los vivos y estos su sombría determinación, pero no pueden intercambiar lo mucho tiempo, sólo un intercambio breve y determinado de tiempo. Es todo un método catártico y apotropaico, repeler por pura repulsión aquello que tememos: La incertidumbre y la muerte, y todo lo que lo contiene o se le asimila.
Dad la bienvenida al rastro ceniciento de los difuntos en la chimenea, agradad a los dioses ctónicos con sus cuernos y caretas, su lujuria y sus figuras animales con dulces, comida y bebida, romped la noche con la música de Iphones y timbales, otro año será igual, y aquí estará vuestro amigo y vecino Mario, como siempre.
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