El coro de silbidos de la circulación sobre el asfalto resultaba apenas un murmullo, casi como unos insectos artificiales hubiesen sido programados como sustitutos perennes de los grillos veraniegos del campo. Es lo que escuchaba Tina, mientras sacaba la basura por la puerta de atrás, y mientras metía la bolsa en el cubo se llevó su mano libre a la sien, torcida por un dolor repentino pero no desconocido para ella. Suspiró en vez de quejarse, y apenas un momento después del zumbido que solamente escuchaba ella pero antes de volver a entrar al local, casi vuelve a llevarse las manos a la sien pero esta vez por una alarma en su bolsillo, ya que le había llegado un nuevo pedido que entregar, a un buen trecho de allí. Decidió no decir nada, solamente despedirse con la mano sujetando y moviendo el móvil de lado a lado, porque además de ir al lugar de entrega debía ir a otro restaurante a recoger el pedido. Después de todo este no eran los únicos le pagaban por las entregas, pero era donde ella podía volver entre viajes, donde la esperaban, por pequeño y destartalado que fuese, era donde alguien la llamaba por su nombre y se preocupaban por ella.
Volviendo a mirar a través del escaparate mientras terminaba de revisar su moto, Tina vio a los dueños salir a despedirla y solamente entonces dar una voz al ver la madura pareja cuando estaban sobre la acera. –Me marcho, me ha llegado una orden de fuera del barrio, volveré cuando termine. –No tardes niña, que te esperamos con la cena ¿de acuerdo? –Le contestó la dueña, con cara preocupada al reconocer en ella su hastío, tan familiar ambas cosas ya a sus ojos. –Seguro, espero no tardar, hasta luego. –Y con esto el motor de su motocicleta petardeó antes de ponerse en movimiento, para antes de girar la esquina volver a verles entrar en el local, apresurados para seguir con un trabajo que les requería la mitad de los aspavientos y la premura que mostraban de forma tan espontánea. Ya solamente les podía ver imaginándoles, pero aun así Tina sonreía con el rabillo del ojo mientras se concentraba en el trayecto y el tráfico a su alrededor, cuando antes terminase con sus obligaciones, antes podría volver.
Para la antigua Martina, esta clase de vida, ahora que nunca puede estar sentada en un mismo sitio ni media hora y siempre necesita permanecer atenta a todo a su alrededor, hubiese sido un regalo envenenado, un cambio que una amiga le propondría para no hacer nunca y reírse de ello pero siempre decir “¿Y si?”. Martina era una chica despreocupada y aburrida, normal, la joven cajera que llamaría reina a una abuela con el carrito y caballero al primer barbudo que saca una tarjeta tras vaciar la bolsa en la cinta. Tina sin embargo es alguien que no podría estar en un mismo sitio, no por gusto, pero por otras circunstancias ajenas a ella. Una fugaz eternidad en la cual la vida de Martina terminó, empezó la supervivencia de Tina. Todo durante aquel día, aquel día que ella y sus padres fueron sacados de la carretera, y llevados a rastras por encapuchados. Ella no puede olvidar como sus padres pudieron apenas ayudarla a escapar, y para castigarles, aquellos monstruos con máscaras de personas la dejaron para siempre sola, sola y conocedora de los horrores que otras personas ocultaban, y varios de ellos sin saberlo si quiera.
[Esto es un breve aperitivo de algo que estoy escribiendo muy despacio, quería ir más allá pero creo que puedo compartirlo ahora que aun no está claro, si cambio cosas no se notarán. Por cierto, también he tenido una idea para un relato de fantasía, y lo voy a poner por escrito antes de que lo olvide. Pronto más cosas de parte de vuestro amigo y ciber vecino Mario.]
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