Vertina resoplaba mientras bajaba por la calle, solamente porque ir a una taberna por una cuestión de trabajo era algo que había llegado a detestar. ¿Qué era algo esperable cuando vives como aventurero? Pero no por típico es menos irritante por innecesario. ¿Quedar por una carta en una plaza o callejón? ¿Ser recibidos en una cámara o salón? Claro que la aventurera prefiere mil veces esas otras opciones, pero cuando la sede de los aventureros en la provincia es una taberna y posta además, no queda ninguna otra opción, pero al menos estaba convencida de que sus fiables compañeros habrán reservado un espacio privado, como una habitación o una mesa alejada del gentío.
Pero por supuesto que sus compañeros ni siquiera estaban juntos, estaban separados, con Orleg haciendo un sermón desde la barra del mar e intentando sujetarse a las mozas; mientras que Goromías y Eslan estaban en una mesa, con el enorme glotón siendo animado por el compañero mientras competía con otro cliente en un concurso de comida. Así, sus compañeros ayudaban a que todo el salón de la taberna fuese aun más ruidosa, los empleados y jefes más ocupados si cabe y la experiencia para Vertina lo más incómoda aun posible. Siempre tenía que ser ella la voz de la razón, cuando a ella le gustaría poder estar en un rincón… o en la taberna, pero tranquila y no estar por trabajo.
Por contra, Orleg estaba como en casa, siempre a gusto ante un grupo de gente y diversión. No era su primera vez por la comarca, realmente de nadie del grupo pero él había pasado alguna vez más por aquí. Esta delegación del gremio de aventureros y mercenarios siempre era concurrida, y el encargado era muy capaz de atender como posadero y entregar la información; otra cosa es que el propio clérigo hubiese prestado atención. No le importaba tampoco que sus compañeros se hubiesen metido en su propio entretenimiento por su cuenta, ya que eran imposibles de perder de vista; y ni aunque estaba dando sus charlas para atraer a las mozas unos momentos y convencer a cualquier otra aventurera disponible para un poco de acción amistosa, podía dejarse de ver a la amalgama silenciosa con su cola y cuernos, y al enorme y peludo hombretón. Liados en un duelo de glotones, podía estar él mismo a la suya; ya que había terminado de escuchar al encargado darle los detalles de un trabajo que había aceptado.
Así que la llegada de Vertina al local era agradecida, pero no necesaria. A la reina del misterio no le gustaba mezclar diversión y trabajo, por eso él y sus compañeros se habían adelantado para acabar con el trabajo y tener su diversión antes. El encargado le había dicho los detalles, que a 3 día de allí tenían que reunirse con un hechicero o un mago (uno de esos), y que en la torre un brujo malvado debía ser derribado y la torre atrapada (¿o al revés?). El adelanto sí lo tenía ya guardado, no había prisa porque el tipo con su magia no era suficiente, por eso los acompañantes temporales. Todo esto le intentó Orleg explicar a Vertina, pero como esta no se fiaba, también preguntó al encargado, ahora sobrecargado completamente por todo el trajín del momento más ocupado del local.
Tuvieron que salir, no esa misma tarde o por la noche, salieron por la mañana y no muy temprano para que los tres irresponsables se recuperasen de la larga juerga que tuvieron durante aquella noche; y para que su hermana mayor involuntaria se calmase tras echarles la bronca durante la mañana. Es por esta razón que iban a paso acelerado, no estaban tan lejos pero tenían que estar seguros de alcanzar la torre del malvado a batir, además de distinguirla para evitar quedar aun menos profesionales. Esto último fue más sencillo, la torre que debían buscar la pudieron distinguir además de por estar cubierta con motivos de calaveras y placas de piedra negras, que además de la extraña nube de tormenta sobrenatural flotando sobre ella. Logrando eso, prefirieron antes buscar al hechicero que les había contratado, pero solamente preguntando por él supieron que se había adentrado en la torre él solo, harto de esperar.
Vertina iba a confrontarlos por todo este desaguisado, pero con un rostro serio Orleg le pidió disculpas de forma sincera antes incluso de empezar la bronca. Esto fue porque el clérigo había escuchado decir que el mago malvado de la torre era un nigromante, que asaltaba cementerios y santuarios, usando muertos vivientes feroces e impíos para cometer bandidaje para sufragar sus experimentos. Esto era algo que ni un libertino como era Orleg podía perdonar ni tolerar. Sus dos compañeros, decidieron que era tiempo de dejarse de tonterías y también querían demostrar que podían recuperar la confianza de su compañera y ponerse al mismo nivel que su compañero.
[Pues en menos tiempo del que dediqué a mi otra pieza de ficción, escribí esto completamente distinto. Pronto muchas más cosas de parte de vuestro amigo y ciber vecino Mario.]
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