Inicio este escrito consciente de que no tengo toda la razón, pero que las migajas de ella que de aquí resten, picarán como si se comiera en verano un trozo de pan duro sin camiseta a quienes lean esto sin ser conscientes de varios puntos. Los cito para mejor comprensión:
- Que la cultura es algo demasiado amplio como para llegar a ser comprendido en vivo y en directo (Tanto para el estudioso como para el moderno práctico)
- Que la gente vemos cosas que no están ahí (Es lo que nos hace humanos)
- Pero que todos necesitamos lo mismo y somos profundamente iguales (En la carne fundamentalmente, y por lo tanto es lo que nos hace no ya humanos, si no idénticos)
Dicho esto cabe recordar
a quién me he referido en el título. Y determinar que gran parte de su labor (titánica por si misma desde luego) fue crear un "Corpus" de literatura; pero se resume mucho su conclusión en que el realismo, historicidad y la crítica forman parte total de toda historia de al literatura, incluso desde Séneca hasta nuestros días. Por tanto todo lo que se salga de eso que comparten desde
El Cid a
Bernarda Alba no es español o es muy marginal y excepcional, indigno de ser analizado en conjunto. Y así se hizo, él descuidó o no vio que los libros de caballerías eran escritos por gente que escribía otros textos pilares; libros fantásticos eran fruto de la influencia extranjera o un escritor menor, no parte integral de un continuo. Pero no, los elementos fantásticos se encuentran por doquier de nuestra literatura medieval, del renacimiento y hasta hoy, no es atípico, es común, es ficticio, es literatura.
Pero el daño persiste pese a ser fácil de ver. La fantasía, la ficción pura tiene mala prensa, la peor, la de no ser culturalmente importante o madura. Mientras que los rusos y germanistas buscan y estudian en los cuentos populares rasgos importantes para todo el acerbo cultural, con sus hadas, monstruos, santos y héroes, "nosotros" (ellos, los hispanistas) buscamos que cada cuento tenga una raíz histórica, porque demuestra madurez e importancia, y un autor original o cronología precisa. La fantasía es la puerta del alma, y los cuentos son la verdadera esencia del alma atemporal de los pueblos.
Pero insisto, si la fantasía es vista como un elemento discordante e inmaduro, cualquier historia ficticia busca una similitud con lo supuesta-mente real a la fuerza, sea cual sea el medio. Eso significa que es mucho más adulto leer una historia pequeña y "cierta" que ver una grande y ficcional, porque no es verdad. La carga de verdad en las historias de seres mágicos (remedos de mitos y religiones antiguas, moralejas, circunstancias lingüísticas) es menos valioso que un artículo frívolo del papel couché.
Eso significa que la línea de la verosimilitud se vuelve una losa contra la que "los criterios no convencionales" no pueden hacer nada. Todo lo que se cuenta en los medios es verdad, lo que sale en un cómic son perogrulladas para niños o raros. La imaginación es menos valiosa que la picardía. Todos conocemos a los cronistas rosas, reporteros de guerra, tertulianos políticos y periodistas deportivos pero no tenemos ni idea de quién escribe las historias que desentrañan nuestras ilusiones y nuestros miedos a través de la ficción. La fantasía sigue intentando medrar, pero la búsqueda de lo verosímil arruina buenas historias, y llega a extremos que convierten la realidad en espectáculo, uno además infame.
Desde aquí pido a la gente que reflexione sobre esto, y que mire la fantasía con cariño y comprensión, porque lo fantástico presume de eso, de fantástico. Huid de las inciertas realidades y buscad las fantasías auténticas, y con esta proclama se despide vuestro amigo y ciber vecino Mario.